Conceptualmente lo de Percy Fernández no es acoso sexual, sino que es algo mucho más grave porque se trata de un acto de humillación y denigración sexual pública. La intención de Percy no era tener una cita con la periodista, sino descaradamente utilizar su cuerpo, su presencia y su condición de mujer para sacar a relucir su poder.
No es acoso sexual porque su acto de machismo estaba siendo dirigido, usando a la periodista, al conjunto de la sociedad para decir en los hechos: "yo hago con las mujeres lo que me da la gana”. Ese mensaje, además, es parte de su poder político.
No es la familia de la periodista la agraviada ni mucho menos su esposo, que si realmente quería reivindicar la dignidad pisoteada de su compañera, debería haberse quedado callado y dejar que ella misma se defendiera, porque su actitud de exigir una disculpa, para él y la familia, es volver a colocar a las mujeres en la condición de cosa que intercambian los hombres por honor.
La periodista no reaccionó por una introyección brutal de autoculpabilización que tenemos hoy en día las mujeres. Hemos sido domesticadas y entrenadas para callar, contener y aguantar. Entiendo su comportamiento como un límite social en el que estamos masivamente trabadas. Es urgente que entendamos que la defensa de nuestra dignidad nos puede costar el puesto de trabajo y hasta la mofa pública. Por eso es urgente que las mujeres perdamos miedo al control social.
Percy no está enfermo ni es un viejito senil al que hay que perdonarle todo. Hacerle un juicio, que es lo que la diputada Revollo anunció, es un acto de ingenuidad del que me río. Los y las bolivianas sabemos que el aparato judicial es un aparato de solapamiento y protección de los poderosos en sus respectivas regiones; por eso, Domingo Alcibia, el violador de Sucre, está a punto de salir en libertad, aunque al delito cometido le corresponden 30 años de cárcel; el acosador Humana ya percibe sus dietas; Evo por sus coplas -en las que "les quitaba el calzón a las ministras”- ha sido aplaudido, aunque nosotras presentamos una denuncia ante el Viceministerio de Descolonización, que nos dijo que éramos racistas porque lo del Presidente eran "usos y costumbres”. Lo de Percy son "usos y costumbres” también.
Estamos frente a una misoginia y machismo extendido, descarado e institucional que funciona impune gracias a la complicidad entre unos y otros, gracias a la minimización que se hace de cada uno de estos casos.
Pedimos la renuncia de Percy, no un juicio que no irá a ninguna parte.
Si el caso fuese de racismo, ya todas las autoridades hubiesen actuado, pero como se trata de machismo y misoginia, después de unos días saldrá de la primera plana y será la periodista quien tendrá que enfrentar de nuevo las cámaras, las entrevistas a autoridades sin chaleco que la proteja del abuso machista.
El defensor del Pueblo pide proceso al alcalde; hace dos años Mujeres Creando le presentó un caso de acoso sexual de uno de sus adjuntos. Él ni siquiera escuchó a la víctima, ascendió al acosador de cargo y la víctima decidió irse del país, renunciando a su trabajo.
Seguramente las mujeres del poder invitarán, más bien, al alcalde Percy a inaugurar la cumbre de mujeres del G77, no me extrañaría o dirán allí que porque tenemos alguna ministra muda y muchas senadoras mudas e inocuas y cómplices del machismo la cosa ha avanzado para las mujeres.
Para terminar, el marido de la periodista indica que Percy es un hijo de puta. Una última aclaración: las putas afirmamos y podemos demostrar que Percy Fernández no es hijo nuestro, él es el hijo de la política boliviana; es el hijo del abuso de poder, es el hijo de toda calaña de alianzas políticas y no es tampoco hijo del pueblo. Percy no es un hijo de puta; es un patrón, es un hijo de patrón y su podredumbre nada tiene que ver con nosotras, las putas, amantes de la vida.
María Galindo es activista de Mujeres Creando.
Percy es un patrón, es un hijo de patrón y su podredumbre nada tiene que ver con nosotras, las putas, amantes de la vida.
Fuente: Página 7
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