Claro que hay un “parentesco de continuidad” (que es la expresión que usa el exmandatario) entre ambos gobiernos, en el sentido en que los dos se enmarcan en las grandes políticas públicas nacionales: la Participación Popular, las reformas educativas, la misma Ley INRA, donde “las distancias son mucho menores de lo que parecen”. Todo esto —naturalmente— al lado de las profundas contradicciones ideológicas y políticas: la capitalización, por ejemplo, como el “quiebre absoluto” entre ambos regímenes, señala el expresidente de la República en una entrevista con Animal Político sobre su nuevo libro, recientemente presentado, Breve historia de las políticas públicas en Bolivia (La Paz, Gisbert, abril de 2014). Las políticas públicas que en lo básico son, se define en el libro, “la puesta en práctica del pacto entre Estado y sociedad (...) el rol de Estado que organiza de manera eficiente sus acciones para conseguir que éstas beneficien a la sociedad”. Las políticas públicas que en su sentido moderno o se generan en democracia o, en rigor, dejan de ser tales.
— Las políticas públicas tienen que ver con el poder; se toma el poder para hacer gestión pública.
— Exactamente, yo creo que ése es un elemento fundamental que a veces se olvida. ¿Por qué quieres tomar el poder? Porque tú tienes la idea de que tienes un programa histórico, de gobierno, de gestión pública, que solo es posible aplicarlo si tomas el poder; por tanto, el poder es un instrumento imprescindible para que aquellas ideas que tú tienes en favor de la sociedad; éticamente hablando, no hay ninguna razón más importante para la toma del poder que la aplicación de un programa de gestión pública.
— Ahora, eso hace a la ideología.
— Sin duda. Incuestionablemente.
— A una visión del mundo; ahí para usted el gran debate es liberalismo versus proteccionismo.
— Si tú haces una evaluación desde la independencia hasta hoy, el debate proteccionismo-librecambio, estatismo-liberalismo, neoliberalismo-comunitarismo andino, por poner un ejemplo, es permanente; las dos grandes líneas del pensamiento económico están ligadas al liberalismo político y económico (por un lado), y al proteccionismo, de Belzu, por poner un ejemplo, a la revolución del 52 y al estatismo, al proceso de las nacionalizaciones que realiza el gobierno de Evo Morales (por otro). Uno no puede suponer que un gobierno neoliberal lo que pretende es destruir la economía boliviana, o que un gobierno estatista pretende (salvarla); ambos creen que ése (el suyo) es el camino mejor para la sociedad; por eso incluyo en algunos momentos del libro las referencias al ideario liberal y al ideario proteccionista.
— Con cada quien haciendo lo suyo, usted dice que a veces convergen liberalismo y estatismo.
— Yo creo que sí. Uno de los ejemplos más interesantes y paradójicos es que si tú analizas el proceso de reformas estructurales 93-97 de (Gonzalo) Sánchez de Lozada, varios de esos puntos de referencia han sido aplicados y ejecutados en el gobierno del presidente (Evo) Morales; la Participación Popular, que teóricamente es de un gobierno neoliberal, es un hecho de transformación irreversible en la historia; la educación intercultural bilingüe ahora es intracultural y bilingüe. ¿Cuál es la diferencia de fondo entre la Ley de Reforma Educativa (‘neoliberal’) y la Avelino Siñani; en lo esencial, conceptualmente hablando, si le quitas la retórica, poco; la Ley INRA, que ha sido aplicada, con modificaciones, en el gobierno de Morales, es también parte de ese proceso. Te pongo el ejemplo que parecería más imposible: ¿hay parentesco de continuidad entre Sánchez de Lozada y Morales? Mi respuesta es sí, sí en este sentido. Por supuesto, hay contradicciones de fondo: el tema de la capitalización es un elemento de quiebre absoluto entre la postura de Morales y la de Sánchez de Lozada, pero en Participación Popular, en Ley INRA, en Reforma Educativa, las distancias son mucho menores de lo que parecen. A pesar de fuertes diferencias ideológicas, si tú tienes que apostar por un proceso de industrialización, tener petroquímica, por ejemplo, ¿cómo lo logras? ¿mediante inversiones externas, presencia multinacional, un aporte estrictamente estatal, nacionalizaciones? El objetivo final de ambos modelos es la petroquímica. Tú podrás discutir el resultado, cuál fue el mejor camino, pero eso lo ves no en el momento en que lo estás ejecutando; hoy podemos juzgar la nacionalización de las minas porque hemos visto lo que pasó con ella, pero en el momento en que se hizo el debate era flamígero, era un incendio entre los que estaban a favor y en contra.
— ¿Qué importancia tienen los movimientos sociales en la generación de políticas públicas?
— No solamente han tenido presencia; yo te diría que es imposible entender las políticas públicas de los gobiernos de Bolivia sin los movimientos sociales. Los movimientos sociales como hoy los entendemos, que en su momento fueron la Central Obrera Boliviana, la Federación Sindical de Trabajadores Mineros, la CSUTCB, o las juntas vecinales de El Alto. La agenda de octubre, por ponerte un ejemplo que yo viví como Presidente. ¿Hubiera sido posible mi programa de gobierno el 17 de octubre sin las demandas de los movimientos sociales? Respuesta: no. Los dos años que goberné se basaron en dos agendas, la de octubre, de El Alto, y la agenda autonomista de Santa Cruz; esas demandas son las que definen una política de gestión pública.
— Pero no es la misma presencia de los movimientos sociales en el gobierno de Sánchez de Lozada, por ejemplo, que ahora.
— La Participación Popular probablemente no es una demanda que tú puedas identificar y decir “hubo un movimiento como la marcha del 90, por ejemplo, que genera el cambio de la Ley de Reforma Agraria”; pero la Participación Popular es algo que se construye de manera mucho menos explícita, pero es una demanda; es decir, es una demanda no explicitada en una manifestación, en un bloqueo, en una situación de convulsión social. Es muy difícil establecer un divorcio completo (entre Estado y sociedad), cuando se produce, cuando tu método realmente no responde a la demanda popular, el tema de la capitalización, por ejemplo, acabas estrellándote contra la realidad. La Participación Popular, que al principio fue rechazada, es apropiada por la gente porque obviamente en el fondo está respondiendo a lo que la gente quiere. La capitalización (en cambio) es una forma de modernización que la gente no acepta, no responde a una demanda y acaba quebrándose; se quiebra porque no es una política pública, independientemente si fue buena o mala.
— ¿Y la institucionalidad del Estado? Muchas veces un nuevo gobierno cree que debe empezar reinventándolo todo.
— La historia en ese sentido te define y acaba estableciendo por gravedad, por su propio peso acaba imponiéndose. Un ejemplo es el tema del mar. El gobierno del presidente Morales estableció un reconocimiento que no ha hecho casi en ninguno otro de los temas, que solo la comprensión de la política exterior boliviana de largo aliento, desde 1904 a esta parte, permite el juicio en La Haya; y si Bolivia no reconoce su propia historia en su política exterior, no es capaz de construir el argumento jurídico que lleva a La Haya con consistencia. ¿Qué hace el gobierno del presidente Morales? Se da cuenta de que no hay un año cero en el tema del mar. Hay un nivel de continuidad, te guste o no te guste, la aceptes de buen o de mal grado; a la larga la historia acabará uniendo aquellos eslabones que tú quieres romper.
— ¿Y las autonomías, cuánto han aportado a las políticas públicas?
— Yo te diría que estamos en un proceso conceptual de cambio, pero no práctico. No de muy buen grado el presidente Morales ha tenido que aceptar la autonomía; la autonomía no es algo en la que el Presidente crea demasiado; (pero) él se dio cuenta de que la corriente, las aguas de la autonomía eran de tal fuerza que no podías estrellarte contra ellas; entonces, las incorpora dentro de su propio proyecto, y cambia en el referendo del no al referendo del sí; pero una vez aprobado el proceso autonómico en la Constitución y en la teoría, en la práctica, por la propia naturaleza del gobierno, estamos hablando de un profundo centralismo; es decir, la autonomía no se está ejecutando. Ahora bien, la autonomía ya plantó su pica, su lancita ya está clavada, la bandera autonómica está ahí, (aunque) todavía esa bandera no ha subido, pero ésta tiene unas bases irreversibles de aplicación. El tema es: Bolivia es un país que tiende al péndulo excesivo, es decir, hacia el péndulo del centralismo excesivo o hacia el péndulo de la autonomía excesiva; puede ser un peligro si no lo administramos bien. La autonomía tiene que ser racional y convivir dentro de la lógica del Estado unitario de autonomías, que no es lo mismo que Estado federal. Creo que ahora están restringidas, pero cuando se apliquen tendrán que aplicarse con sabiduría para no entrar en el peligro de las tendencias centrífugas de las regiones del país, éste es un país que tiene fuertes tendencias centrífugas, que el centralismo en este momento está controlando, cómo equilibramos esas tendencias, es una pregunta que responder.
— ¿No resulta un poco contradictorio aquello de Estado unitario con autonomías?
— Si me preguntaras a mí yo te respondería que me gusta más el federalismo, como concepto, pero uno tiene que entender algo que yo aprendí cuando llegué al gobierno. Cuando yo llegué al gobierno, era contrario a la Asamblea Constituyente, pero me di cuenta de que ese pacto social anterior ya se había agotado; es decir, por mucho que yo académicamente diga esto no es racional, la verdad objetiva es que si no hacías ese salto, la sociedad estallaba; éste es el mismo problema que tenemos con el tema: puede ser que desde un punto de vista académico no compatibilices unitarismo con autonomías, pero desde un punto de vista objetivo es muy importante entender que la unidad del Estado boliviano hay que preservarla y que tiene que haber un factor unificador, y el elemento de cohesión, no de centralismo, está basado en la palabra unitario.
— ¿Cómo ve el futuro de las políticas públicas?
— Creo que tenemos una dificultad complicada, la idea de que la institucionalidad democrática, esencial para la aplicación de políticas públicas, está demasiado condicionada a una persona; es decir, la concentración del presidente Morales como referente de democracia, de gobernabilidad, de institucionalidad, de partido político. El momento en que Morales desaparece del escenario, la pregunta es, ¿tenemos institucionalidad? ¿el MAS la tiene? ¿la tiene la sociedad boliviana? ¿La gestión pública, la gobernabilidad y el sometimiento a la ley funcionarían sin un gobierno tan fuerte en términos democráticos y tan unipersonal como el de Morales?, mi respuesta es que no. Creo que la gran debilidad es que la institucionalidad pos Constitución se ha anclado de manera absolutamente excesiva en el Presidente, y eso es una fortaleza y una debilidad, porque depende demasiado de una persona, que no es eterna.
— Esto es algo que no hay que dejar de pensar.
— Absolutamente.
Datos
Nombre: Carlos Diego Mesa Gisbert
Nació: 12-08-1953
Profesión: Periodista
Cargo: Consultor y fue Presidente del país entre 2003 y 2005.
Textos
Carlos Mesa escribió, entre otros: El cine boliviano según Luis Espinal (1982); Presidentes de Bolivia: entre urnas y fusiles (1983); La aventura del cine boliviano (1985); Un debate entre gitanos (1991); La epopeya del fútbol boliviano (1994); Presidencia sitiada, memorias de mi gobierno (2008); La Sirena y el Charango, ensayo sobre el mestizaje (2013).
Fuente: La Razón
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